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Hoja de TéUn poco de historia

Proceso de producción

Beneficios para la salud

Una taza ideal

 

Existen algunas leyendas que versan sobre los orígenes del té como la del legendario Emperador Shen-Nong, que data de principios del tercer milenio antes de Cristo en China.

Cuenta la leyenda que Shen-Nong ordenaba a su pueblo, como medida de precaución, hervir el agua antes de beberla.
Un día de mucho calor, el emperador descansaba a la sombra de un árbol salvaje. Tuvo sed, y según la costumbre hirvió el agua para beber. De repente, se levantó una ligera brisa que arrastró algunas hojas del árbol bajo el que descansaba y fueron a caer dentro del recipiente que contenía el agua caliente.
Shen-Nong se dio cuenta de que el agua adquiría un color extraño; lleno de curiosidad, probó el agua teñida, viendo el agradable sabor del extraño brebaje.
Y así cuenta esta leyenda que nació el té.

Sin embargo, la cultura japonesa data el origen del té hacía el año 520 a. de C. con otra leyenda: Un monje asceta llamado Dharma dejó un día la India para viajar en peregrinación a China. Durante todo el camino, el monje quería permanecer despierto para practicar mejor la meditación. Un día, agotado por el cansancio, se quedó dormido al borde del camino. Cuando se despertó, el peso de su falta y los remordimientos por haberse quedado dormido, le hicieron coger un cuchillo y lleno de ira se cortó los párpados, enterrándolos luego para que nunca más le volviera a suceder. Al día siguiente, una planta había nacido justamente en ese preciso lugar. Se trataba de un arbusto diferente; Dharma tocó sus hojas y vio que tenían la propiedad de ayudar a mantener los ojos abiertos. En seguida el consumo del té se extendió entre sus seguidores en vista de las propiedades de la planta.

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